domingo, julio 15, 2007

Cocteles mexicanos 3

En esta tercera edición, nuestro tránsito por la coctelería que ha hecho grande a nuestra nación mexicana se llena de nostalgia por los maduros años de la preparatoria (o el cecehache o el bacho, según cada quién), en los que la falta de dinero (y muchas veces también de medios legales) para adquirir bebidas de dandys no nos arredraba en nuestra continua búsqueda de los éxtasis baudeleriano y boderekiano. Van tres muestras de que lo fino se puede sustituir por lo barato sin perder más de tres dioptrías en el camino.

Desarmador de Cruz (Infante)

  • 2 (¿o 3?) partes de vodka Oso Negro, Camarada o Sanavavích
  • 3 (¿o 2?) partes de naranjada Bonafina tibia o al tiempo
Lo bonito de no haber terminado la educación media superior era saber que la vida nos deparaba grandes sorpresas e incertidumbres a cada paso. Entre ellas estaba el no tener idea de cuánto alcohol llevaba un trago; admitámoslo: para mezclar bien una cuba pintada hace falta al menos un diplomado. La bonafina con vodka tenía siempre el grandioso perfume de la incertidumbre, porque en el peor de los casos se preparaba directamente en el tetrapak para poder llevarla de contrabando a Chapultepec o al estadio de cu. Nada como agitar un envase de naranjada tibia con gesto de coctelero para ser consciente de los triunfos que le aguardaban a uno en la vida.

Moggito

  • 2 partes de ron Potosí o Corsario
  • 3 partes de Tehuacán
  • 2 bolsitas de té Laggs de yerbabuena
  • 1 cucharadita de azúcar

Cuando en sus años mozos nuestro jefe de Nutrición, el doctor Crimson, asistía a fiestas de quince, dieciséis o veintidós años en la colonia Minerva (cerca de lo que hoy es el metro Atlalilco), su inventiva para sacarle el máximo jugo a las botellas era legendaria. El moggito hacía su aparición cerca de las dos de la mañana, cuando había ánimo de tomarse otro mojito pero ya no quedaba yerbabuena fresca. El recurso de rasgar las bolsitas de té como si fueran sobres de la quincena causó sensación cuando nació. Experimentos subsecuentes en los que se ha intentado elaborarlo con Bacardí blanco o solera, Antillano, Appleton o Flor de Caña han fracasado miserablemente.

París (Hilton) de noche

  • 1 copa de brandy Viejo Vergel
  • 1 botellita de Coca Cola

Tras la prepa, la Administración Pública Federal. Aunque el brandy Viejo Vergel se ha desprestigiado mucho desde el penoso incidente de la cubanderas, sigue siendo esencial para dar el caché necesario a la más tradicional bebida de los burócratas que se niegan (por razones ideológicas o por sacones) a tomar tequila blanco. Aquí el chiste sí está en la elaboración cuidadosa: se debe perforar con un punzón, un abrelatas o un diente que no sea de oro la corcholata de la Coca para que haga bastante espumita en la copa coñaquera, que ni con champán. Debe acompañarse con gestos elegantes y caballerosos como alburearse al bolero, agarrarle al mismo tiempo la cintura a la mesera y la pierna a la jefa de Recursos Humanos o azotar sobre la mesa en cada jugada la ficha de dominó con aplomo de hombre y gesto que diga: “Ya llegué y estoy bien cabrón”. Más afrodisiaco que medio litro de Patrichs.